El ritmo no está primero. Los gestos están mucho antes que los pasos como en los niñitos. Al comienzo, no solamente no hay ritmo, sino que no hay ningún lenguaje que preceda, La lengua hablada se aprende, con esfuerzo, mucho después. A caminar erguido se aprende, con esfuerzo, mucho después. Es la razón por la cual ninguna técnica debe presidir la danza que busca el origen. Caminar erguido no es ni el origen ni la infancia. Caminar erguido no es la mera de la danza, Para aquellos a quienes guía el origen, no hay más que la torpeza naciente como única meta para el movimiento que comienzan.
Olvide el ritmo. Procure no tener conciencia de su cuerpo, renuncie al suelo. Pierda sus músculos. Deje de entrenarse. No obedezca a la música. Ya no se vincule más con nada. Piense en nacer, eso es lo esencial. Pese de pronto con todo su peso en el suelo como lo hacen los animales en el bosque. Apóyese en el dolor humillado del suelo. Entréguese después al movimiento que surge.
La belleza está ligada a la torpeza del origen. Sólo la torpeza es un natal. El primer paso que da el niño es un paso que tropieza, que titubea, y es el más bello de los pasos que puede haber en el mundo sublunar donde sobreviven como pueden los hijos de los mortales.
El maestro Katsuo Ono dice que el butoh de las tinieblas se aprende en el vientre materno, que los bailarines de butoh son fetos en el útero de sus madres.
La torpeza (Sobre la danza Butoh) del libro El origen de la danza, de Pascal Quignard.